Abstract
Actualmente, los competidores jóvenes emprenden programas de entrenamiento que se basan en un nivel elevado de actividad física desde una temprana edad. Este entrenamiento intensivo (volumen e intensidad) aumenta el gasto de energía, que tiene que ser compensado por una mayor ingesta nutricional. Los bailarines de ballet, los patinadores artísticos, los gimnastas o los gimnastas rítmicos comienzan a entrenar a los 5 o 6 años de edad, y la mayoría practica durante más de 20 a 30 horas por semana. En estas actividades, así como en los deportes clasificados por peso (luchadores, jinetes y atletas practicantes de judo o boxeo), los jóvenes atletas de elite adoptan decisiones conscientes para reducir su ingesta alimentaria con objeto de mantener la esbeltez, el físico prepuberal o para ‘dar el peso’. El consumo adecuado de energía y micronutrientes es esencial para los niños en fase de crecimiento, y las restricciones calóricas y de líquidos durante el entrenamiento físico en la infancia o durante la adolescencia podrían perturbar las regulaciones metabólicas y hormonales que influyen sobre el crecimiento, la maduración, la composición corporal, el ciclo menstrual y la capacidad reproductora, lo que puede incrementar el riesgo de traumatismos como fracturas por sobrecarga. Además, estas estrategias pueden generar trastornos del comer (anorexia y/o bulimia nerviosa), especialmente durante la adolescencia femenina, afectando a la imagen corporal, a la imagen de uno mismo y ocasionando inadaptaciones sociales y emocionales.